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viernes, 23 de junio de 2017

GRISSY (ALIAS BLANCO): EN LA COLONIA DEL INSTI

En la oscuridad de Yecla se distinguen cientos de miradas. Son gatos callejeros. Animales que nacieron para acumular cariño, y que han quedado apartados bajo ruedas de coches o envenenados por pueblerinos que no aceptan su presencia.

Algunos bajaron a nuestro instituto y decidieron quedarse a vivir entre estudiantes y profesores, asegurándose una casita de cartón y comida. Desde entonces, el "Azorín" tiene más vida, y sus estudiantes aprenden cada vez más a convivir con el resto de seres vivos.







Sin embargo, algo empezó a preocuparnos hace cosa de un mes. Grissy, el gato más simpático, el que parecía ser el jefe de la manada, el que siempre merodeaba en busca de un rayo de sol para tumbarse, empezó a adelgazar rápido, su cuerpo comenzó a llenarse de heridas, ya no quería comer, no se sentía animado a moverse demasiado, estaba claro que padecía alguna enfermedad, nos asustaba su situación. Así que nos pusimos manos a la obra.




 




El 19 de mayo contactamos con Spandy y, tras varias llamadas y varios intentos de meter al peque en un transportín, el 22 de mayo logramos llevar al pequeño felino al veterinario. El parte médico era esperanzador, negativo a los más temidos, la leucemia felina y el virus de la inmunodeficiencia felina (VIF); pero tenía una otitis bastante grave (de ahí las heridas de detrás de las orejas, probablemente autoinflingidas a base de rascarse por el dolor de oídos…) y dio positivo a calicivirus. La infección por calicivirus felino (FCV) suele provocar un cuadro moderado de gripe felina que es una enfermedad muy frecuente y que puede ser crónica. Los síntomas incluyen estornudos, descarga nasal, conjuntivitis, descarga ocular, pérdida de apetito, fiebre y depresión. Pueden observarse también úlceras en las córneas y también babeo excesivo por úlceras en la boca. Las aftas pueden hallarse en la lengua, en el paladar o en la nariz, en el caso de nuestro Grissy (o Blanco como fue rebautizado en Spandy), las tenía por toda la boca y eso le impedía comer. Las formas más severas de la enfermedad pueden incluso llevar a la muerte y las padecen los gatos más jóvenes, los más viejos y los inmunodeprimidos.









Como muestra de las ganas que teníamos de tenerlo de nuevo con nosotros, colocamos unas huchas en las consejerías de los dos edificios del instituto, para recaudar todo lo que pudiésemos y ayudar a pagar sus gastos médicos; 177,45€ de cariño para el pequeño gato. 












Blanco no lo ha pasado bien pero, un mes después, por fin ha vuelto al murmullo de adolescentes. Y, aunque nos alegramos enormemente de volver a verlo, nos encantaría encontrar una familia que lo cuidase tanto como se merece para que no vuelva a recaer. Porque, si siete vidas tuviesen los gatos, Blanco pasaría todas llenándonos de sonrisas con su simple presencia y esos ojazos azules que enamoran.





Noemí Castillo (Comisión AYA).

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